martes, 11 de febrero de 2014


El arroyito.

Mariposas en la Ribera. Foto: Katty A.

 

Cada arroyito es tan perfecto como una brizna de agua que sacude el corazón del río.

Es una caricia, un conjunto de pequeñas burbujitas vibrantes de la piel que posee el agua.

Una diminuta construcción de hojas líquidas con vibrante sonrisa, cálida e inocente.

Es una vena oculta.

Un vasito tan pequeño que lame la tierra donde se desplaza.

 

La ternura del arroyito surge del amor de sus cimientos y de una plácida o alucinante lluvia.

Es efímero, aparece y se desvanece  pero siempre renace, como una fuente que endulza los oídos del río.

 

Todos los ríos añoran sentir sus cosquilleos, en especial en las noches de luna nueva, cuando solo reina la oscuridad.

¿Que seria del río sin los arroyitos?, moriría sin su música, sin ese alimento que le aporta constantemente; no solo de agua sino de esa permanente lúdica que le otorga su fusión en él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario