La memoria de sus huesos.
Se aproximo al más pequeño, al meñique de
sus dedos.
Apreció lo diminuto de su forma, lo
delicado de su estructura.
El pequeño era el artista, el acróbata de
las letras, el transeúnte de largas horas de escritura.
Siguiendo la agilidad de su música,
continuó por cada trazo de sus pies hasta llegar a sus rodillas.
Reconoció en sus raíces, los trazos
guardados de sus ancestros.
Continuó en ascenso. Se balanceo en las
caderas y en el trapecio del sacro ascendió por cada vertebra hasta llegar a la
coronilla.
En la cúspide de la última vertebra, llegó
a la sabana de su cráneo, recorrió sus órbitas y vio la luz de su estructura.
Reconoció así lentamente la memoria de sus
huesos …
Katty Camacho García