lunes, 25 de febrero de 2013

Poesía hecha canción. 
Descripción del sentir de un pescador

Cuando la escuche la canción "Oración del remanso" sentí el río, imagine el color de su agua hecha piel.

Que manera de comenzar esta semana con el sentido arte de la pesca.
Una cordial invitación a visitar un remanso.


ORACIÓN DEL REMANSO
(Jorge Fandermole)

Soy de la orilla brava,
del agua turbia y la correntada
que baja hermosa por su barrosa profundidad,
soy un paisano serio,
soy gente del Remanso Valerio,
que es donde el cielo
remonta vuelo en el Paraná.

Tengo el color del río
y su misma voz en mi canto sigo
del agua mansa y su suave danza en el corazón,
pero a veces oscura,
va turbulenta en la ciega hondura
y se hace brillo en este cuchillo de pescador.

Cristo de las redes
no nos abandones,
y en los espineles
déjanos tus dones.
No pienses que nos perdiste,
que la pobreza
nos pone tristes,
la sangre tensa y uno no piensa
más que en morir,
agua del río viejo
llévate pronto este llanto lejos
que esta aclarando
y vamos pescando para vivir.

Llevo mi sombra alerta
sobre la escama del agua abierta
y en el reposo vertiginoso del espinel,
sueño que alzo la proa
y sube la luna en la canoa
y allí descansa
hecha un remanso
mi propia piel.

Calma de mis dolores,
ay Cristo de los pescadores!
Dile a mi amada
que esta apenada esperándome,
que ando pensando en ella
mientras voy vadeando las estrellas,
que el río esta bravo
y estoy cansado para volver.

Cristo de las redes,
no nos abandones
y en los espineles
déjanos tus dones.
No pienses que nos perdiste,
que la pobreza
nos pone tristes,
la sangre tensa y uno no piensa
mas que en morir,
agua del río viejo
llévate pronto este llanto lejos
que esta aclarando
y vamos pescando para vivir...

Agua del río viejo
llévate pronto este llanto lejos
que esta aclarando
y vamos pescando para vivir...

sábado, 16 de febrero de 2013

Se balanceaba sola, había llegado su momento


En medio de la aventura de soltarse, de ser ella misma había aprendido a balancearse sola; a no buscar ningún tipo de empuje diferente al que su cuerpo y su pensamiento podrían otorgarle.

Tenía miedo, incertidumbre, ese que otorga una aventura nueva. 
Con esa sensación en el pecho subió a la rama más alta de un árbol; ató las cuerdas y comenzó a balancearse.

Temerosa veía las hojas caer, pero nunca bajo la mirada: sabía era cuestión de perspectiva. Si miraba hacia abajo o hacia atrás de nuevo se asustaría... 

De pronto, descubrió que la única manera de vencer el hecho de estar sola y suspendida, era mirar a lo lejos, sentir la tibieza del sol, ese que, siempre, la iba a aguardar hasta que llegara su momento.

Ahora se balanceaba sola... Mas, en realidad no lo estaba, al caer la tarde mil estrellas que la alumbraban...

Una voz pequeñita le susurró: ¡No te has perdido, simplemente en este nuevo balanceo te estás encontrando!