Confluencia de aguas.
Tu agua me llegó en pequeñas gotas
que nublaron mi vista, en medio de la espesa bruma que me otorgó el vapor
embriagador de tu voz.
Era un sonido alegre, un canto de
sirénidos que de repente me hizo tan feliz.
No te veía mas sabia estabas ahí,
maestro y aprendiz, hombre y niño, humano y animal.
El arrullo de tu voz me condujo a
un rincón desconocido y húmedo guardado dentro de mí.
Volví a soñar con la esperanza de
entregar mis aguas al mar y así ocurrió.
El agua de mi río inevitablemente
se acercó a ese, nuestro espacio estuarino y burbujeante, y te abrazó deseoso sin mezclarse completamente.
En la superficie pareciese,
nuestras aguas eran de un color diferente,
la mía cargada de canela y taninos, la tuya azul como tus ojos y sabia
como la sal.
Formamos una pluma que se alargó
sin fusionarse, más en la profundidad de nuestro ser líquido - donde ni
siquiera nosotros lo vimos - confluyeron y se mezclaron profundamente nuestras
aguas en el silencio sin mediar palabras.
Lentamente nos evaporamos y en la
noche fuimos lluvia, que volvió a caer como gotas que retornaron al río y el
mar.
Un día de nuevo inevitablemente nuestros
seres volverían a encontrarse, en ese breve espacio de la confluencia de las
aguas.
(Katty alexandra)