Vertiente femenina.
Una vertiente femenina surge diminuta y de intangible
belleza, como una comunión invisible de curvilíneos átomos, conformando redondeadas
moléculas emotivas.
Se abrazan azarosamente las moléculas hasta la conjunción de finas gotas del tamaño de la expresión de una lágrima.
Se reúnen poco a poco y resbalan en su delicadeza de hilos transparentes,
conformando trenzas de pequeños meandros, donde la luz se refracta y se refleja.
Desatan una revolución de otros átomos que crecen inmersos en ellas y fructifican en seres
microscópicos verdes y azul aguamarina.
En su lecho crece un cauce donde late la fuerza
masculina,
dando origen a un arroyo que en su interior conserva el
delicado origen de la
vertiente femenina.
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