El impetuoso Amazonas. Foto; Katty A, |
Se sintió, se atrevió y se desbordo llevando sobre sí y en
su vientre arboles como rocas, en una avalancha sin exactitud diferente al
momento del ser.
Paso saliva, engulló peces, se torno animal… su piel se transformó
en escamas y sus dientes en dagas felinas que atraviesan los más fuertes
temporales.
Revolcó su cauce y perdieron por instantes la dirección los
peces y se confundieron los sonares de los delfines frente al cambio del río.
Los pescadores no salieron esa noche, sabían sus voraces remolinos a
mas de uno se llevaría para nunca más volver a la faena.
La luna llena se abalanzó sobre el río y acarició sus olas
que de repente parecían las del inmenso mar.
Era un río tropical, impredecible como sus orígenes, desbocado,
calmo, tierno, apasionado y furioso en el momento de ser.
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