sábado, 16 de febrero de 2013

Se balanceaba sola, había llegado su momento


En medio de la aventura de soltarse, de ser ella misma había aprendido a balancearse sola; a no buscar ningún tipo de empuje diferente al que su cuerpo y su pensamiento podrían otorgarle.

Tenía miedo, incertidumbre, ese que otorga una aventura nueva. 
Con esa sensación en el pecho subió a la rama más alta de un árbol; ató las cuerdas y comenzó a balancearse.

Temerosa veía las hojas caer, pero nunca bajo la mirada: sabía era cuestión de perspectiva. Si miraba hacia abajo o hacia atrás de nuevo se asustaría... 

De pronto, descubrió que la única manera de vencer el hecho de estar sola y suspendida, era mirar a lo lejos, sentir la tibieza del sol, ese que, siempre, la iba a aguardar hasta que llegara su momento.

Ahora se balanceaba sola... Mas, en realidad no lo estaba, al caer la tarde mil estrellas que la alumbraban...

Una voz pequeñita le susurró: ¡No te has perdido, simplemente en este nuevo balanceo te estás encontrando!

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