El día en que tú naciste me abriste el cielo y presentía que tenerte
como antecesora y guía sería mi destino.
El día en que yo nací en la casa aún entre pañales me esperabas, como
mi dulce y sabia hermana mayor.
Gestadas de un mismo vientre corrimos, jugamos, peleamos y disfrutamos
el hecho de provenir de la sangre muisca de nuestra madre y del alma recia y
campesina de mi padre.
Nunca fui tan asidua lectora de tantas letras como las que ahora
escribo, recordando tu nombre y el hecho de que por ti querida hermana - como
un día me lo dijiste - por ti “vuelan las cosas”.
Nunca te he recordado y amado tanto como ahora que eres estrella, y
pasaran mil años y mil luciérnagas para que al final como siempre del camino
dulcemente me esperes.
Gracias por ser siempre mi hermana mayor, te quiero y ya no lloro, solo
me alegro por la dicha infinita de haber compartido contigo parte de mi
existencia.
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