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sábado, 28 de junio de 2014
lunes, 23 de junio de 2014
Las batientes del mar.
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La gran ola de kanagawa. Autor: Katsushika Hokusai |
En las batientes
del mar se mecen las canoas en una danza que por instantes las devora y
regurgita, siguiendo la música de sus propias partículas.
Bailan unas con
otras, se separan o se fusionan, en medio del movimiento frenético de sus
crestas estremeciendo hasta la más heroica embarcación.
La calma solo llega,
con la tibieza de un rayo que toca el silencio en medio de las rocas de los
miedos.
La serenidad entonces la porta el canto de una gaviota. que placida sobre vuela a
la vuelta del sol.
De pronto cada
ola se suaviza, tiende y reposa, entrando en un profundo sueño al paso de la
tormenta.
Oníricamente llegan a la playa, rompiendo en risas de burbujas a su
encuentro con la tierra.
Se dividen
amorosas perdiéndose entre los poros de las arenas o arcillas, en una aparente fragilidad
que fluye, alimentando las semillas que sedientas las esperan.
Sus raicillas crecen
de una a una en el vientre de sus moléculas, mientras las plántulas se enderezan
y reciben sobre sí el agua en zarcillos del rocío que se posan adornando sus hojas.
La batiente de
las olas se transforma en delicadas gotas, demostrando su riqueza no esta en la
fuerza imbatible del agua, sino en su capacidad de llevar en su esencia, el
fuego de la vida a la mas agreste tierra.
Solo el fuego y
el aire saben que ellas son capaces de aplacar el más osado incendio y volar
cientos de kilómetros en el cielo, en forma de cristales de nubes blanquecinas,
grises, naranjas o amarillas.
Las batientes de
las olas se manifiestan en los humanos, en el poderío del agua de las lágrimas,
que ruedan frente al dolor más profundo, o en la desgarradora alegría en el instante
del encuentro con el amor verdadero... ese que trae a cada instante la corriente de
la vida.
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